DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo B Domingo 1 de Septiembre 2024
EVANGELIZACIÓN Y REFLEXIÓN
En aquel
tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: "¡Ay de ustedes, escribas y
fariseos hipócritas, porque pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino,
pero descuidan lo más importante de la ley, que son la justicia, la
misericordia y la fidelidad! Esto es lo que tenían que practicar, sin descuidar
aquello. ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito, pero se tragan el camello!
¡Ay de ustedes,
escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera los vasos y los platos,
mientras que por dentro siguen sucios con su rapacidad y codicia! ¡Fariseo
ciego!, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por
fuera".
Reflexión
El evangelio de
hoy nos enseña que la ley, que es buena cuando uno busca crecer en el amor de
Dios, se convierte en un monstruo contra el cual se tiene que estar luchando.
Es importante
cumplir la ley, pero este cumplimiento no es un cumplimiento irracional, sino
que debe llevarnos a lo que inspiró al legislador, que es amar y tener
misericordia de los demás, reconociendo que, el único legislador y juez, es
Dios.
Pensemos pues,
hoy, ¿cómo estamos viviendo la ley? ¿Vamos a misa el domingo sólo porque está
escrito en la ley, o porque realmente queremos amar más al Señor?
«Pero no actuaron así los Doce. Por eso les dijo: ¿También vosotros queréis marcharos?, deseando demostrar una vez más que no necesitaba de su servicio y veneración, y que no por ese motivo los llevaba consigo. ¿Cómo puede tener necesidad de ellos quien dice algo semejante? ¿Por qué no los alabó? ¿Por qué no los ensalzó? En primer lugar, por salvaguardar la propia dignidad de maestro, y, en segundo, para demostrarles que era mucho más conveniente atraerles de esa forma. Si los hubiera alabado habrían experimentado un sentimiento muy humano al considerar que le estaban haciendo un favor. Mas, al mostrarles que no necesitaba de su compañía, los sujetó más. Observa con qué prudencia les habló. No les dijo "marchaos", expresión propia de quien despacha, sino que les preguntó: ¿También vosotros queréis marcharos?, frase propia de quien elude toda violencia y obligación, de quien no desea unirse a alguien con algún procedimiento vergonzoso, sino con gratitud. Con no acusarles abiertamente, sino con un trato delicado, les mostró cómo es conveniente actuar en esas circunstancias. Nosotros, sin duda, padecemos adversidades porque lo hacemos todo por nuestra gloria. Por eso juzgamos que nuestras cosas se resienten con el abandono de nuestros criados. Él, en cambio, ni los aduló, ni los apartó de él, sino que sólo les preguntó. No era éste el comportamiento de quien los desprecia, ni de quien desea retenerlos por la fuerza y por obligación. Permanecer en estas condiciones es lo mismo que marcharse. ¿Qué dice entonces Pedro?: ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna... ¿Compruebas que no eran las palabras las que escandalizaban, sino la desidia, la indiferencia y la maldad de los oyentes?» (San Juan Crisóstomo [c.347-407]. Evangelio de Juan. Homilía 47, 3).
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos. Se lo repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos".
Al oír esto, los discípulos se quedaron asombrados y exclamaron:
"Entonces ¿quién podrá salvarse?" Pero Jesús, mirándolos fijamente,
les respondió: "Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es
posible".
Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo a Jesús: "Señor,
nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué nos va a tocar?"
Jesús les dijo: "Yo les aseguro que en la vida nueva, cuando el Hijo del
hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, los que me han seguido, se
sentarán también en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
Y todo aquel que por mí haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o
padre o madre, o esposa o hijos, o propiedades, recibirá cien veces más y
heredará la vida eterna. Y muchos primeros serán últimos y muchos últimos,
primeros".
Reflexión
Este pasaje nos podría dar la impresión de que Jesús tiene algo contra
los ricos. Sin embargo, nada más lejano que esto.
La Escritura es testigo de que el mismo Jesús tenía entre sus
seguidores amigos (algunos eran incluso discípulos) muy ricos. José de Arimatea
quien le regaló la tumba y Nicodemo que le llevó los perfumes (que eran muy
caros) para la sepultura, esto sin contar al mismo Mateo y a Zaqueo, quien sólo
dio la mitad de sus bienes y del que Jesús dijo: "Ahora ha llegado la
salvación a esta casa".
Lo que impide que un hombre pueda disfrutar del Reino es la esclavitud,
la falta de libertad sobre los bienes (o sobre cualquier cosa, incluso nuestros
propios pensamientos). Cuando el hombre se aferra a los bienes, como el joven
del pasaje, no es libre pues es esclavo de lo que posee. Jesús nos quiere
libres, el Reino es para la gente libre, para aquellos que, como Nicodemo, José
de Arimatea y tantos más, son capaces de tener sin retener.
De aquellos que reconocen que los bienes creados son de y para todos;
que acaparar solamente empobrece y esclaviza. Ante esto, ¿qué tan libre eres
con respecto a tus bienes? Pues de esto depende que puedas disfrutar la vida
del Reino.
En aquel tiempo, se acercó a
Jesús un joven y le preguntó: "Maestro, ¿qué cosas buenas tengo que hacer
para conseguir la vida eterna?" Le respondió Jesús: "¿Por qué me
preguntas a mí acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno: Dios. Pero, si quieres
entrar en la vida, cumple los mandamientos". Él replicó:
"¿Cuáles?"
Jesús le dijo: No matarás, no
cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu
padre y a tu madre, ama a tu prójimo como a ti mismo.
Le dijo entonces el joven:
"Todo eso lo he cumplido desde mi niñez, ¿qué más me falta?" Jesús le
dijo: "Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes, dales el
dinero a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme".
Al oír estas palabras, el joven se fue entristecido, porque era muy rico.
Reflexión
A la pregunta que le hace este
joven a Jesús sobre qué cosa es necesaria para alcanzar la vida eterna (que
puede ser traducida como: "entrar en el Reino", esto es: para ser
feliz), él le responde: "cumple los mandamientos".
No le pide otra cosa. Es decir,
lo mínimo que necesitamos para que nuestra vida se desarrolle dentro del Reino,
es ser fieles a nuestros compromisos bautismales. Hoy en día, como seguramente
lo fue en tiempos de este joven, la gente no es feliz, pues, no vive de acuerdo
a estos simples principios establecidos por Dios, y que tienen como objeto,
advertirnos de todo aquello que es dañino para nuestra vida.
La ley, podríamos compararla al
aviso que le da la mamá al niño para que no se coma el pastel caliente, que
aunque se presenta muy sabroso, ella sabe bien que le hará mal, lo enfermará
del estómago. Dios nos ha instruido sobre todo aquello que nos destruye y nos
roba la felicidad, por eso Jesús le dice: "Cumple la ley".
Si queremos que nuestra vida tenga las características del Reino, que se desarrolle en la alegría y la paz de Dios, que pueda ser plenamente feliz, debemos empezar por cumplir los mandamientos. ¿Por qué no haces hoy una pequeña revisión de cómo estás viviendo esta enseñanza de Jesús? Pregúntate si en realidad estás buscando vivir los mandamientos.
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les
impusiera las manos y orase por ellos. Los discípulos regañaron a la gente;
pero Jesús les dijo: "Dejen a los niños y no les impidan que se acerquen a
mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos". Después
les impuso las manos y continuó su camino.
Reflexión
De nuevo Jesús nos muestra que la grandeza del hombre no está en sus
méritos, en lo que pueda llegar a ser, tener o saber, sino en la sencillez de
su corazón.
El niño, ejemplo de la simplicidad de la vida y de la fe, es nuestro
modelo para seguir a Jesús. Llegar a ser como ellos es nuestra meta, cosa por
demás difícil, si no nos ayuda la gracia del Señor, pues nuestra tendencia
natural, quizás por el pecado original, es hacia la grandeza, a buscar los
primeros lugares, a "complicarnos" la vida. El niño es simple, es
transparente, por ello, pude gozarse en las cosas sencillas del Reino, puede
apreciar la gracia que hay en Jesús y Jesús se puede regocijar en ellos, pues
siempre encuentra lugar en ellos para una sonrisa, para un beso, para un
momento de alegría.
En medio de este mundo que nos impulsa continuamente a vivir una vida
complicada en todas las áreas de nuestra vida, es importante no quitar la vista
de lo que realmente es importante para Jesús y luchar con todas nuestras
fuerzas para evitar caer en las complicaciones, para hacer nuestra vida y
nuestros pensamientos complejos y por lo tanto, pesados y abrumadores.
Oremos a nuestro Dios para que nos conceda un corazón simple y transparente como el de los niños, para descansar en él y simplificar nuestra vida.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, para que donde yo esté,
también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre".
Reflexión
Ciertamente Dios ha creado todo, como lo asegura el libro
del Génesis: "Muy bien y muy bueno".
Sin embargo, el pecado ha hecho que, a pesar de esta
realidad, como dice san Pablo, no todo nos es conveniente. Y es aquí en dónde
se prueba realmente quién es o no verdaderamente cristiano.
La tentación se presenta indistintamente para todos, sin
embargo, el cristiano, ejercitado en la oración y en la renuncia a sí mismo,
convencido que la vida en Cristo vale la pena cualquier renuncia, es capaz de
renunciar a todo aquello que, aunque se presenta bajo la apariencia de bien,
sabe que lo conducirá irremisiblemente a perder la amistad con Dios.
Si no nos ejercitamos en la renuncia, si no somos capaces de
negarnos ni siquiera las pequeñas cosas, los pequeños gustos, será muy difícil
renunciar a las más grandes y peligrosas tentaciones, lo que hará que nuestra
vida quede estéril y sin fruto. Empieza por poco, pero empieza hoy.