EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20241006
«Preguntado si era lícito, no contestó directamente que no lo era, para
no causar un alboroto, sino que les dio la ley por respuesta, a fin de que
ellos mismos se contestasen lo que convenía. Pero Él en respuesta les dijo:
¿Qué os mandó Moisés? Ellos dijeron: Moisés permitió repudiarla, precediendo
escritura legal de repudio. Dicen esto, o para contestar al Salvador, para incitar
los hombres contra Él; porque era indiferente esto para los judíos, todos los
cuales obraban, así como autorizados por la ley. Si el Señor hubiese querido el
repudio, hubiese creado muchas mujeres en vez de una. Dios no solamente unió la
mujer al hombre, sino que dispuso que éste abandonase por ella a sus padres,
según estas palabras que puso en boca de Adán: Por cuya razón dejará el hombre
a su padre y a su madre, y juntarse ha con su mujer: demostrando lo indisoluble
del matrimonio con la expresión y juntarse ha. Es decir que, saliendo de una
raíz, se fundirán en un solo cuerpo. De manera -continúa- que ya no son dos,
sino una sola carne. Sacando una terrible deducción de esas premisas, no dijo
no separéis, sino no separe el hombre lo que Dios ha juntado. Y si no se ha de
separar a los dos a quienes Dios ha unido, mucho menos se debe separar a Cristo
de la Iglesia, a la cual unió Dios con Cristo» (San Juan Crisóstomo
[c.347-4071. Evangelio de Mateo. Homilía 62, 1-2).
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