Evangelio del 19 de septiembre 2024 Lucas 7, 36-50
En aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús fue a
la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Una mujer de mala vida en aquella
ciudad, cuando supo que Jesús iba a comer ese día en casa del fariseo, tomó
consigo un frasco de alabastro con perfume, fue y se puso detrás de Jesús, y
comenzó a llorar, y con sus lágrimas bañaba sus pies; los enjugó con su
cabellera, los besó y los ungió con el perfume.
Viendo esto, el fariseo que lo había invitado comenzó a pensar:
"Si este hombre fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está
tocando; sabría que es una pecadora".
Entonces Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". El
fariseo contestó: "Dímelo, Maestro". Él le dijo: "Dos hombres le
debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro,
cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos.
¿Cuál de ellos lo amará más?" Simón le respondió: "Supongo que aquel
a quien le perdonó más".
Entonces Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Luego, señalando
a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me
ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus
lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de
saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no
ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con
perfume. Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado
perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco
ama". Luego le dijo a la mujer: "Tus pecados te han quedado
perdonados".
Los invitados empezaron a preguntarse a sí mismos: "¿Quién es éste
que hasta los pecados perdona?" Jesús le dijo a la mujer: "Tu fe te
ha salvado; vete en paz".
Reflexión
Siempre que me han preguntado ¿cuál es la diferencia entre
reconciliación y confesión?, la respuesta la encontramos en este pasaje y es
muy sencilla: Es el amor.
Solamente quien ama se reconcilia, es decir, busca ser perdonado. El
fariseo no siente la necesidad de ser perdonado, lo tiene todo, pero ha
olvidado lo más importante: el amor. La mujer de vida pública, en cambio, se
descubre vacía, necesitada, lo único que tiene es sed de amor. Es precisamente
esta sed de amor lo que la lleva a Jesús, fuente infinita del amor. Había
buscado el amor en los hombres y lo único que recibió fue vacío y soledad.
Jesús no ha venido por los sanos sino por los enfermos: Por ti y por
mí. No tengamos miedo de acercarnos a la reconciliación pues en ella, Jesús,
por medio del sacerdote, nos dará el amor y el perdón de Dios, para despedirnos
diciendo: Vete en paz.
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