Evangelio del 12 de septiembre 2024 Lucas 6, 27-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Amen a sus
enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los
maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla,
preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la
túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si
aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los
pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el
bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan
solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los
pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después.
Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin
esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo,
porque él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos,
como su Padre es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados;
perdonen y serán perdonados; den y se les dará: recibirán una medida buena,
bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la
misma medida con que midan, serán medidos".
Reflexión
El cristiano es en definitiva una persona distinta a las demás. Sus
criterios no van muy de acuerdo con los del mundo pues ha adoptado la
"ilógica" manera de pensar de su Maestro. Lo más extraño de todo es
que, a pesar de lo ilógica que parece la enseñanza de Jesús, es la única que
nos garantiza la verdadera felicidad.
Y es que, quien sigue de cerca a Jesús, aprende a dar y no sólo a
recibir; a perdonar, a pesar de ser el ofendido; a amar cuando sólo se recibe
ingratitud. Curiosamente quien obra así, experimenta una gran alegría, y sobre
todo, una profunda paz, sin embargo, todo esto sólo pude ser conocido y vivido
desde adentro.
Es decir, es necesario, por un lado buscar el vivir de acuerdo con el
Evangelio, pero por otro y quizás más importante, permitirle al Espíritu Santo
conducir nuestra vida. Seamos hombres y mujeres diferentes, auténticos
seguidores del Maestro, y mostrémosle al mundo que en lo "ilógico"
del Evangelio está la felicidad.
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