Evangelio del 14 septiembre 2024 Lucas 6, 43-49
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No hay árbol bueno
que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol
se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas
de los espinos.
El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón; y
el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca
habla de lo que está lleno el corazón.
¿Por qué me dicen 'Señor, Señor', y no hacen lo que yo les digo? Les
voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las
pone en práctica. Se parece a un hombre, que al construir su casa, hizo una
excavación profunda para echar los cimientos sobre la roca. Vino la creciente y
chocó el río contra aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba
sólidamente construida.
Pero el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un hombre
que construyó su casa a flor de tierra sin cimientos. Chocó el río contra ella
e inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida".
Reflexión
En una ocasión nos decía el padre Esquerda: "El que tiene a Dios
en su corazón no lo puede ocultar, pues se transparenta inmediatamente; y el
que no lo tiene, no pude fingir que lo tiene, pues no se ve". Esto es
precisamente lo que hoy nos dice Jesús en esta primera parte del texto. El
problema pudiera ser, algo que nos pasa con frecuencia, el creer que nosotros
somos buenos.
Pero ¿seremos realmente buenos? Pues, una manera de saberlo es ver si
verdaderamente, como dice la segunda parte del texto, cotidianamente hacemos lo
que Dios nos dice; otra forma de saberlo es ver con qué material alimentamos
nuestra vida interior. Desafortunadamente, hoy estamos expuestos a mucha
violencia de todo tipo, a la televisión y a todos los medios audiovisuales que
la mayoría de las veces no alimentan el alma con elementos negativos y para
nada evangélicos. Sería, pues, entonces bueno el preguntarnos: ¿con qué estamos
alimentando nuestro corazón?
Las buenas lecturas, especialmente la de la Biblia, aseguran una buena
alimentación del alma y con ello el que de nuestra boca salgan palabras que
manifiesten nuestra identidad cristiana. Por lo que toca a las obras, quizás,
para ayudarnos a purificar nuestra vida, sería conveniente que, de cuando en
cuando, preguntásemos a los que viven con nosotros si se nos nota; si ellos se
dan cuenta de que nuestra vida se va ajustando a la voluntad de Dios. Si
hacemos estas dos cosas seguramente que nuestra vida crecerá inmensamente y
seremos con facilidad reconocidos como testigos de Jesucristo.
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