EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20250105

«Se muestra a los magos un
nuevo signo, la estrella del cielo, por el cual se reconoce que ha nacido como
rey de los judíos el Señor de cielo y tierra, aquel de quien estaba escrito:
Saldrá una estrella de Jacob y surgirá un hombre de Israel, para que se
conociera, a través de los signos de la estrella y del hombre, la unión de la
naturaleza divina y humana en el Hijo de Dios. Por eso también en el
Apocalipsis el mismo Señor declara acerca de sí mismo: Yo soy la raíz de Jesé y
el descendiente de David y la estrella resplandeciente de la mañana; porque por
el amanecer de su nacimiento, expulsada la noche de la ignorancia, brilló como
astro fulgurante para la salvación del mundo. El esplendor de esta luz,
penetrando incluso los corazones de los magos, los inundó con luz espiritual
para que conocieran por el signo de la nueva estrella naciente al rey de los
judíos, al creador del cielo. Pues los magos, personajes prominentes de una
religión falsa, no podían conocer a Cristo nuestro Señor sino iluminados con la
gracia de la condescendencia divina. De nuevo, pues, se desbordó la
misericordia de Dios por medio de la venida de Cristo, para que el conocimiento
de su verdad se extendiera a todas las 1 razas de los hombres. Ésta brilló ante
los magos a fin de que se conociera la piedad manifiesta de Dios, y nadie
desesperara de que, si cree, se le puede conceder la salvación, porque ya ha
visto que ha sido concedida a los magos. Y por eso fueron los magos los
primeros elegidos entre los gentiles para la salvación, para que a través de
ellos se abriera la puerta de la salvación a todos los gentiles» (San Cromacio
de Aquileya [330-4071. Evangelio Mateo. Tratado 4, 1-6).
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