Evangelio del 3 de septiembre 2024 Lucas 4, 31-37
En aquel tiempo, Jesús fue a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los
sábados enseñaba a la gente. Todos estaban asombrados de sus enseñanzas, porque
hablaba con autoridad.
Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo y se puso a
gritar muy fuerte: "¡Déjanos! ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús
nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé que tú eres el Santo de Dios".
Pero Jesús le ordenó: "Cállate y sal de ese hombre". Entonces
el demonio tiró al hombre por tierra, en medio de la gente, y salió de él sin
hacerle daño. Todos se espantaron y se decían unos a otros: "¿Qué tendrá
su palabra? Porque da órdenes con autoridad y fuerza a los espíritus inmundos y
estos se salen". Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.
Reflexión
Una de las estrategias más astutas del demonio, y que usa con gran
habilidad sobre todo en nuestros días, es hacernos creer que no existe. Hoy se
busca explicar muchos de los efectos que el demonio produce en el hombre por
medio de la psicología y otras ciencias afines.
Sin embargo, el demonio es una realidad que atenta contra nuestra vida
eterna y contra nuestra felicidad. El juego de la ouija, la lectura de las
cartas, consultar adivinos, poner nuestra confianza en el horóscopo, no son
juegos; abren la puerta para que Satanás pueda operar con mayor facilidad en la
vida del hombre y destruirlo.
No abramos nuestras puertas a lo que puede destruir nuestra felicidad
en esta vida y en la otra. Dirige tu vida a Dios y él te dará la felicidad que
estás buscando. Sólo Él tiene la vida. Ora, lee la Sagrada Escritura, busca
vivir en gracia y serás feliz.
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