Evangelio del 2 de agosto 2024 Mateo 13, 54-58
En aquel tiempo, Jesús llegó a su tierra y se puso a enseñar a la gente
en la sinagoga, de tal forma, que todos estaban asombrados y se preguntaban:
"¿De dónde ha sacado éste esa sabiduría y esos poderes milagrosos? ¿Acaso
no es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre y no son sus
hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Qué no viven entre nosotros todas sus
hermanas? ¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?" Y se negaban a
creer en él.
Entonces, Jesús les dijo: "Un profeta no es despreciado más que en
su patria y en su casa". Y no hizo muchos milagros ahí por la incredulidad
de ellos.
Reflexión
Ciertamente el lugar más difícil para que nuestro testimonio y nuestro
anuncio evangélico sea aceptado es nuestro propio medio, y más aún, nuestra
propia casa.
Ni para el mismo Jesús fue diferente. Generalmente, la gente que vive
con nosotros no es fácil de convencer. Sin embargo, es ahí donde podemos
verdaderamente ser luz, ser modelo. No se trata de imponer, sino de convencer;
no se trata de acusar, sino de amar. Muchas veces, vale más nuestro testimonio
de amor silencioso, que muchas exhortaciones y amonestaciones, que lo único que
consiguen, es dividir y generar discordia, sobre todo, en la familia, lugar que
debe ser de paz y armonía.
Si experimentamos problemas y no vemos cambios en nuestra propia
familia o comunidad, recordemos las palabras de San Pablo: "Cree tú, y
creerá tu familia".
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