miércoles, 31 de julio de 2024

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20240804

 

Hace casi 60 años el Concilio Vaticano Segundo se lamentaba de que el ateísmo era uno de los problemas más graves de su tiempo (Gaudium el spes, n. 19). Hoy el problema parece todavía más agudo, porque los sondeos indican que el número de personas que no creen en Dios ha aumentado notablemente. Aunque la falta de fe puede ser un pecado individual, como se la consideraba en el pasado, es preciso recordar la convicción del Vaticano II de que el ateísmo va más allá de un pecado individual. Se ha convertido en un fenómeno masivo en que las personas nacen y llegan a considerar algo completamente normal. Tenemos que analizar sus formas precisas en nuestras comunidades para saber cómo responder. Uno podría recorrer las calles predicando con valentía la fe, pero si no es una respuesta adecuada al ateísmo de los oyentes, tal predicación no vale mucho.


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