En esta época de "verdades
alternativas" y de "noticias falsas" estamos más que urgidos de
dejarnos conducir por el Espíritu de la Verdad. La verdad de la que nos habla
Jesús y que nos interpreta el Espíritu no es un catálogo de enunciados teóricos
sobre la naturaleza o la historia; es algo más significativo. Es el
desvelamiento del sentido último de la existencia. Si lo ejemplificamos con el
saber aritmético, podemos decir que éste nos facilita la realización de las
operaciones básicas (sumas, restas y demás); sin embargo, el Espíritu nos
enseñaría la "aritmética de la vida", es decir, cómo vivir las etapas
de la existencia, cómo ser adulto, cómo ser joven; cuánto es realmente
necesario comprar; qué tanta agua podemos disponer en una gran ciudad, etc. No
es que el Espíritu se entrometa en esos asuntos tan domésticos, sino que nos
señala rumbos y actitudes para descifrarlo: empatía, solidaridad, trato
amigable con la casa común, confianza en el Padre providente.
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