La música es un elemento imprescindible de cualquier religión. Según
los hindúes, por ejemplo, las divinidades se comunican produciendo una música
que retumba por el universo y que sólo ciertos individuos selectos pueden oír.
Claro que en nuestra religión católica, Dios se revela por palabras y acciones.
No obstante, la música siempre ha tenido un lugar muy importante. Los salmos no
son meramente poemas, sino la letra de canciones para cantar. Partes del Nuevo
Testamento se originaron como cánticos usados durante las liturgias, como Fil
2, 6-11 y Ef 3, 1-14. En la historia de la Iglesia ha habido controversias
acerca de la música, como atestiguan las luchas contra los himnos arrianos en
el siglo IV y la discusión durante el Concilio de Trento en el siglo XVI sobre
los instrumentos musicales que se pueden tocar durante la misa. Nuestra fe
necesita la música.
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