En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del
pueblo, gritando, le dijo: "¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y
cuyos pechos te amamantaron!" Pero Jesús le respondió: "Dichosos
todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica".
Reflexión
Una mujer, conmovida por la enseñanza de Jesús, exclama: “¡Dichoso el
vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!” Es un elogio maternal,
una expresión de admiración hacia la madre de Jesús. Pero Él responde con una
afirmación que redirige la atención: “Dichosos más bien los que oyen la palabra
de Dios y la guardan.”
Jesús no rechaza el elogio, pero lo trasciende. No se centra en lazos
biológicos ni en honores humanos, sino en la verdadera dicha que proviene de
vivir según la voluntad de Dios.
El verdadero parentesco no es el físico sino en lo sagrado, en la
apertura del corazón a la Palabra. María misma es bienaventurada no solo por
ser madre de Jesús, sino por haber dicho “sí” a Dios con fe y obediencia.
Este es un llamado universal que democratiza la bendición. No es
exclusiva de unos pocos, sino accesible a todos los que escuchan y practican la
Palabra. Es una invitación a la acción, no solo a la admiración.
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