domingo, 12 de octubre de 2025

Evangelio del 13 de octubre 2025 Lucas 11, 29-32

 



En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a decirles: "La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará más señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo. Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás".

 

Reflexión

 

En este pasaje, Jesús confronta a una multitud que busca señales como prueba de su autoridad. Su respuesta es tajante: “Esta generación es una generación perversa; pide una señal, pero no se le dará más señal que la del profeta Jonás.” Con estas palabras, Jesús no solo denuncia la incredulidad de su tiempo, sino que también revela una verdad profunda: la fe auténtica no depende de milagros espectaculares, sino de la apertura del corazón a la Palabra de Dios.

La referencia a Jonás es clave. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas —un profeta que, tras su experiencia en el vientre del pez, predicó el arrepentimiento—, Jesús se presenta como un signo aún mayor. Su muerte y resurrección serán la señal definitiva, pero muchos no sabrán reconocerla. La Reina del Sur y los hombres de Nínive, que respondieron con fe a lo que escucharon, se convierten en testigos contra quienes, teniendo delante al Hijo de Dios, permanecen indiferentes.

Este texto nos interpela hoy: ¿Qué tipo de señales buscamos para creer? ¿Estamos dispuestos a dejarnos confrontar por la Palabra, como lo hicieron los ninivitas? ¿Reconocemos en Jesús el signo supremo del amor y la misericordia de Dios?

Más que exigir pruebas, estamos llamados a abrir los ojos del corazón. La verdadera señal ya ha sido dada: Cristo crucificado y resucitado. Y esa señal nos invita a la conversión, a la escucha profunda, y a la fe que transforma.

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