viernes, 12 de septiembre de 2025

Evangelio del 13 de septiembre 2025 Lucas 6, 43-49

 



En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos.

El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón; y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón.

¿Por qué me dicen 'Señor, Señor', y no hacen lo que yo les digo? Les voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a un hombre, que al construir su casa, hizo una excavación profunda para echar los cimientos sobre la roca. Vino la creciente y chocó el río contra aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba sólidamente construida.

Pero el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un hombre que construyó su casa a flor de tierra sin cimientos. Chocó el río contra ella e inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida".

 

Reflexión

 

El fruto revela la raíz

Este pasaje es una exhortación directa de Jesús a la autenticidad interior. No basta con aparentar bondad o religiosidad: el corazón es la fuente, y el fruto —las obras, las palabras, las decisiones— revela su verdadera condición.

El árbol y el fruto: Jesús no habla de perfección, sino de coherencia. Un corazón transformado por el amor de Dios dará frutos de misericordia, justicia y verdad. No se trata de producir frutos por esfuerzo humano, sino de permitir que la raíz —la fe viva— nutra toda la vida. 

La boca como espejo del corazón: Aquí se nos recuerda que el lenguaje no es neutro. Lo que decimos revela lo que somos. Las palabras que edifican consuelan, denuncian el mal o proclaman esperanza son signos de un corazón habitado por el Espíritu. 

La casa sobre roca: Esta imagen es profundamente eclesial y personal. Construir sobre roca es vivir la fe con obediencia, no solo con emoción o apariencia. La roca es Cristo, pero también su palabra vivida. En tiempos de tormenta —crisis, tentaciones, sufrimiento— solo lo que está cimentado en Él permanece.

La advertencia final: Jesús no suaviza el mensaje. Escuchar sin actuar es construir sobre arena. Es una fe sin raíces, sin compromiso, sin transformación. Y cuando llega la prueba, se derrumba. La ruina no es solo personal, puede ser comunitaria, familiar, espiritual.

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