lunes, 4 de agosto de 2025

Evangelio del 5 de agosto 2025 Mateo 14, 22-36

 



En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.

Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: "¡Es un fantasma!" Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo en seguida: "Tranquilícense y no teman. Soy yo".

Entonces le dijo Pedro: "Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua". Jesús le contestó: "Ven". Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: "¡Sálvame, Señor!" Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?"

En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: "Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios".

Terminada la travesía, llegaron a Genesaret. Apenas lo reconocieron los habitantes de aquel lugar, pregonaron la noticia por toda la región y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían que los dejara tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lo tocaron quedaron curados.

 

Reflexión

 

No me queda duda que las ocasiones más difíciles de mi vida son aquellas en las que dejé de mirar a Jesús, dejé de darle importancia a la oración y a mi vida espiritual. No importa lo intensa que pueda llegar a ser la tormenta, el viento y el tamaño de las olas en nuestra vida: los problemas económicos, la enfermedad, la incertidumbre. Jesús quiere que sepamos que Él siempre está dispuesto a darnos la mano para salvarnos.

Cuando las cosas se pongan difíciles, tengas miedo y sientas que te vas a hundir, ¡pídele ayuda!, dile como Pedro: ¡Sálvame, Señor! Recuerda que Jesús está presente, aún en medio de tus más grandes tempestades.

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