En aquel tiempo, Jesús exclamó: "¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo
sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se
lo quiera revelar".
Reflexión
A veces se dice: "Yo no sé hacer oración". Esto nos hace
pensar que la oración es algo complicado, algo difícil, que sólo algunas
personas pueden orar.
Jesús dice hoy que, es precisamente la gente sencilla, quien puede
comprender el gran misterio de la oración (y en general, los grandes misterios
de Dios). Orar no es otra cosa que dirigirse, con humildad y sencillez, a Dios
como un amigo a otro con sus propias y, algunas veces, toscas palabras. Es en
el ejercicio de esta actividad, considerada por muchos como pérdida de tiempo,
en donde el Hijo revela al Padre, en donde se puede llegar a conocer el amor y
la plenitud de Dios, en donde el hombre encuentra el verdadero sentido de su
vida.
Así le ha parecido bien al Padre. Dediquemos, pues, suficiente tiempo a
nuestra oración personal y hagámosla con humildad y sencillez, pues así le
gusta al Padre.
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