En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Han oído ustedes
que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo:
Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que
los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace
salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y
los injustos.
Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No
hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué
hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean
perfectos, como su Padre celestial es perfecto".
Reflexión
El ser bueno con los que nos tratan bien, el orar por los que son parte
de nuestra familia, el llevar buenas relaciones con los que nos corresponden en
el trato, no tienen ningún mérito, esto es la manera normal de comportarse. El
cristiano es diferente y esto es lo que llama la atención de los demás. Cuando
en nuestra oficina o en nuestro medio nos encontramos con personas difíciles de
tratar, cuando nuestro propio jefe o alguien del "staff" nos hace la
vida pesada, es precisamente el momento de mostrar nuestra realidad "en
Cristo".
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