miércoles, 16 de octubre de 2024

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20241020

 




«En las divinas Escrituras por cáliz entendemos la pasión: Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz; y en el salmo (115): ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?, tomaré el cáliz de la salvación e invocaré el nombre del Señor e inmediatamente añade cuál es este cáliz: Es preciosa a los ojos del Señor la muerte de sus santos. Les dijo: Está bien, vosotros beberéis mi cáliz, pero no me toca... Nos preguntamos cómo los hijos del Zebedeo, es decir Santiago y Juan, han bebido el cáliz del martirio ya que la Escritura cuenta que solamente el apóstol Santiago fue decapitado por Herodes, Juan en cambio terminó su vida con una muerte natural. Pero si leemos la historia de la Iglesia en la que se narra que también él fue colocado en una olla de aceite hirviendo para ser martirizado y que, atleta de Cristo, salió de allí para recibir la corona y fue relegado enseguida a la isla de Patmos, veremos que su alma no se sustrajo al martirio. (...) En cuanto a las palabras: no me toca a mí conceder debemos comprenderlas así: El Reino de los cielos no pertenece a aquel que lo da, sino al que lo recibe; Dios no hace acepción de personas, pero cualquiera que se haya mostrado digno del Reino de los cielos, recibirá lo que está preparado no para su persona sino para su vida. Así pues, si sois tales que merecéis conseguir el Reino de los cielos que mi Padre ha preparado para los triunfadores y vencedores, también vosotros lo recibiréis. Otros pretenden que se habla de Moisés y Elías, a quienes poco antes habían visto conversar con él en el monte; pero ésta no es de ningún modo mi opinión. Por eso aquí no se dan los nombres de los que estarán sentados en el Reino de los cielos, no sea que al nombrar unos pocos, todos los demás se sientan excluidos» (San Jerónimo [342-420]. Evangelio de san Mateo. Libro III. 20,22-23).

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