EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20241020
«En las divinas Escrituras por cáliz entendemos la pasión: Padre, si es
posible, aparta de mí este cáliz; y en el salmo (115): ¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?, tomaré el cáliz de la salvación e invocaré el
nombre del Señor e inmediatamente añade cuál es este cáliz: Es preciosa a los
ojos del Señor la muerte de sus santos. Les dijo: Está bien, vosotros beberéis
mi cáliz, pero no me toca... Nos preguntamos cómo los hijos del Zebedeo, es
decir Santiago y Juan, han bebido el cáliz del martirio ya que la Escritura
cuenta que solamente el apóstol Santiago fue decapitado por Herodes, Juan en
cambio terminó su vida con una muerte natural. Pero si leemos la historia de la
Iglesia en la que se narra que también él fue colocado en una olla de aceite
hirviendo para ser martirizado y que, atleta de Cristo, salió de allí para
recibir la corona y fue relegado enseguida a la isla de Patmos, veremos que su
alma no se sustrajo al martirio. (...) En cuanto a las palabras: no me toca a
mí conceder debemos comprenderlas así: El Reino de los cielos no pertenece a
aquel que lo da, sino al que lo recibe; Dios no hace acepción de personas, pero
cualquiera que se haya mostrado digno del Reino de los cielos, recibirá lo que
está preparado no para su persona sino para su vida. Así pues, si sois tales
que merecéis conseguir el Reino de los cielos que mi Padre ha preparado para
los triunfadores y vencedores, también vosotros lo recibiréis. Otros pretenden
que se habla de Moisés y Elías, a quienes poco antes habían visto conversar con
él en el monte; pero ésta no es de ningún modo mi opinión. Por eso aquí no se
dan los nombres de los que estarán sentados en el Reino de los cielos, no sea
que al nombrar unos pocos, todos los demás se sientan excluidos» (San Jerónimo
[342-420]. Evangelio de san Mateo. Libro III. 20,22-23).
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