martes, 16 de julio de 2024

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20240721

 



«Con razón Cristo, siendo Pastor, exclamaba: Yo soy el buen Pastor. Yo soy el que curo a las enfermas hago volver a las descarriadas, busco a las perdidas. He visto al rebaño de Israel presa de la enfermedad, he visto al ovil irse a la morada de los demonios, he visto a la grey acosada por los demonios lo mismo que si fueran lobos. Y/o que he visto, no lo dejé desprovisto. Pues yo soy el buen Pastor: no como los fariseos que envidian a las ovejas; no como los que inscriben en su lista de suplicios, los que para la grey fueron beneficios; no como quienes deploran la liberación de los males y se lamentan de las enfermedades curadas. Resucita un muerto, llora el fariseo; es curado un paralítico y se lamentan los escribas; se devuelve la vista a un ciego y los sacerdotes se indignan; un leproso queda limpio y se querellan los sacerdotes. i0h altivos pastores de la desdichada grey, que tienen como delicias propias las calamidades del rebaño! Por sus ovejas, el pastor se deja conducir al matadero como un cordero: no rehúsa la muerte, no juzga, no amenaza con la muerte a los verdugos. Como tampoco la pasión era fruto de la necesidad, sino que voluntariamente aceptó la muerte por las ovejas: Tengo poder para quitar la vida y tengo poder para recuperarla. Expía la desgracia con la desgracia, remedia la muerte con la muerte, aniquila el túmulo con el túmulo, arranca los clavos y socava los cimientos del infierno. La muerte mantuvo su imperio, hasta que Cristo aceptó la muerte; los sepulcros eran una pesadilla e infranqueables las cárceles, hasta que el Pastor, descendiendo, llevó la fausta noticia de su liberación a las ovejillas que estaban prisioneras. Lo vieron los infiernos dar la orden de partida; lo vieron repitiendo la llamada de la muerte a la vida» (San Basilio de Seleucia [c. 435- 469]. Homilía 26).

 


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