En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos,
enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda
enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque
estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus
discípulos: "La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por
tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos". Después,
llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus
impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: "Vayan
en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el
camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás
enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente
han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente".
Reflexión
Jesús recorre ciudades y aldeas, no solo enseñando sino también
curando. Nos enseña que la acción evangelizadora debe nacer de la misericordia
y de la identificación con el dolor y el desamparo de los demás.
Jesús identifica una gran tarea: "La mies es abundante, pero los
trabajadores son pocos". Hoy, sigue siendo un llamado a que cada creyente
se sienta parte de esa "cosecha".
La instrucción final, "Gratis habéis recibido, dad gratis",
es central. El poder y la misión no son para beneficio propio, sino un don que
debe ser compartido sin esperar recompensa material.
El texto nos invita a mirar la realidad con los ojos compasivos de
Jesús, a orar fervientemente por más misioneros, y a aceptar y ejercer la
misión que hemos recibido gratuitamente, llevando el Reino a los más
necesitados a través de la palabra y la acción.

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