En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Supongan que alguno
de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: 'Préstame, por
favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que
ofrecerle'. Pero él le responde desde dentro: 'No me molestes. No puedo
levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo
estamos acostados'. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se
levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia,
sí se levantará y le dará cuanto necesite. Así también les digo a ustedes:
Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque
quien pide, recibe; quien busca, encuentra y al que toca, se le abre. ¿Habrá
entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pide pan, le dé una piedra? ¿O
cuando le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un
alacrán? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos,
¿cuánto más el Padre celestial les dará el Espíritu Santo a quienes se lo
pidan?"
Reflexión
“Aunque ya esté acostado, se levantará por su insistencia…”
Jesús nos presenta a un hombre que, en medio de la noche, toca la
puerta de su amigo para pedir pan. No lo mueve la comodidad, sino la urgencia
de atender a otro. El amigo, aunque renuente, cede ante la insistencia.
¿Cuántas veces hemos sentido que Dios tarda en responder? Esta parábola
nos recuerda que la perseverancia en la oración no es molestia para Dios, sino
expresión de fe. Él no es como el amigo renuente: Dios desea ser buscado, desea
ser encontrado.
Jesús usa tres verbos que marcan un camino espiritual:
• Pedir: reconocer
nuestra necesidad.
• Buscar: movernos con
esperanza.
• Llamar: tocar con
confianza la puerta del corazón divino.
Cada acción tiene una promesa: se nos dará, hallaremos, se nos abrirá.
La oración no es solo hablar, es esperar, confiar, caminar.
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