Un sábado, Jesús iba atravesando unos sembrados y sus discípulos
arrancaban espigas al pasar, las restregaban entre las manos y se comían los
granos. Entonces unos fariseos les dijeron: "¿Por qué hacen lo que está
prohibido hacer en sábado?"Jesús les respondió: "¿Acaso no han leído
lo que hizo David una vez que tenían hambre él y sus hombres? Entró en el
templo y tomando los panes sagrados, que sólo los sacerdotes podían comer,
comió de ellos y les dio también a sus hombres". Y añadió: "El Hijo
del hombre también es dueño del sábado".
Reflexión
Este pasaje, está cargado de enseñanzas que van mucho más allá de una
simple discusión sobre normas religiosas.
Jesús muestra que la compasión está por encima del ritual. Los
discípulos tenían hambre, y satisfacer esa necesidad básica no debía
considerarse una violación. Esto nos enseña que la ley debe estar al servicio
del ser humano, no al revés.
Los fariseos se enfocaban en la letra de la ley, ignorando su espíritu.
Jesús confronta esa rigidez, recordándonos que la fe auténtica no se trata de
cumplir reglas por cumplir, sino de vivir con amor, justicia y libertad
interior.
Al declarar que “el Hijo del Hombre es Señor del sábado”, Jesús afirma
su autoridad divina. Esta frase nos invita a reconocer que Cristo no solo
interpreta la ley, sino que la cumple y la trasciende, guiándonos hacia una
relación viva con Dios.
Jesús nos enseña a discernir entre lo esencial y lo accesorio. No todo
lo que parece “correcto” según normas humanas es justo ante Dios. Esta historia
nos llama a cultivar una fe que piensa, siente y actúa con sabiduría.
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