En aquel tiempo, como todos comentaban admirados los prodigios que
Jesús hacía, éste dijo a sus discípulos: "Presten mucha atención a lo que
les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los
hombres". Pero ellos no entendieron estas palabras, pues un velo les
ocultaba su sentido y se las volvía incomprensibles. Y tenían miedo de
preguntarle acerca de este asunto.
Reflexión
El texto presenta un contraste impactante. Mientras la gente se
maravilla por los signos visibles del poder de Jesús, Él habla de su
sufrimiento. Es una invitación a no quedarse en la superficie del espectáculo,
sino a entrar en el misterio del amor sacrificial.
Jesús no oculta su destino. Lo anuncia con claridad, aunque los
discípulos no lo entienden. Esto muestra cómo el camino de la fe implica un
proceso de maduración, donde ciertas verdades solo se comprenden con el tiempo
y la apertura del corazón.
Los discípulos tienen miedo de preguntar. ¿Miedo de la respuesta?
¿Miedo de enfrentar una realidad que no encaja con sus expectativas del Mesías?
Este detalle revela cómo muchas veces el temor nos impide profundizar en lo que
Dios quiere mostrarnos.
Jesús habla de un acto de amor; “Ser entregado” no es simplemente
sufrir, sino ofrecerse. Jesús anticipa su pasión como un acto voluntario, una
entrega que revela el corazón de Dios: amor hasta el extremo.
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