jueves, 25 de septiembre de 2025

Evangelio del 26 de septiembre 2025 Lucas 9, 18-22

 



Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos contestaron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas, que ha resucitado”. Él les dijo: "Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?" Respondió Pedro: "El Mesías de Dios". Entonces Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: "Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día".

 

Reflexión

 

Este momento marca un giro en el ministerio de Jesús. Hasta aquí, ha sanado, enseñado, alimentado multitudes… pero ahora invita a sus discípulos a mirar más allá de los milagros y reconocer su identidad profunda. Pedro responde con fe: “Tú eres el Mesías de Dios”. Es una confesión poderosa, pero Jesús inmediatamente la matiza con una revelación desconcertante: el Mesías sufrirá, será rechazado, morirá y resucitará.

Este contraste entre gloria y sufrimiento nos confronta con una verdad esencial del cristianismo: el camino de Dios no siempre coincide con nuestras expectativas. El Mesías no viene con espada, sino con cruz. No conquista por fuerza, sino por amor sacrificial.

Vale la pena preguntarnos ahora ¿Quién es Jesús para mí hoy? No basta con repetir lo que otros dicen. La fe se vuelve real cuando respondemos personalmente.

¿Estoy dispuesto a seguir a un Mesías que sufre? La cruz no es solo símbolo de redención, sino también de camino. Seguir a Cristo implica abrazar el dolor del mundo con esperanza.

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