viernes, 19 de septiembre de 2025

Evangelio del 20 de septiembre 2025 Lucas 8, 4-15

 



En aquel tiempo, mucha gente se había reunido alrededor de Jesús, y al ir pasando por los pueblos otros más se le unían. Entonces les dijo esta parábola: "Salió un sembrador a sembrar su semilla. Al ir sembrando, unos granos cayeron en el camino, la gente los pisó y los pájaros se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, y al brotar, se secaron por falta de humedad. Otros cayeron entre espinos, y al crecer éstos, los ahogaron. Los demás cayeron en tierra buena, crecieron y produjeron el ciento por uno". Dicho esto, exclamó: "El que tenga oídos para oír, que oiga". Entonces le preguntaron los discípulos: "¿Qué significa esta parábola?" Y él les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer claramente los secretos del Reino de Dios; en cambio, a los demás sólo les hablo en parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan. La parábola significa esto: la semilla es la Palabra de Dios. Lo que cayó en el camino representa a los que escuchan la palabra, pero luego viene el diablo y se la lleva de sus corazones, para que no crean ni se salven. Lo que cayó en terreno pedregoso representa a los que, al escuchar la palabra la reciben con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre espinos representa a los que escuchan la palabra, pero con los afanes, riquezas y placeres de la vida se van ahogando y no dan fruto. Lo que cayó en tierra buena representa a los que escuchan la palabra, la conservan en un corazón bueno y bien dispuesto, y dan fruto por su constancia".

 

Reflexión

 

Esta parábola no solo nos invita a examinar nuestro corazón, sino también a sembrar con esperanza. En un mundo marcado por desigualdad, dolor y distracción, ser buena tierra es un acto de resistencia. Perseverar en el amor, en la verdad, en la justicia, es dar fruto para la vida eterna.

En tiempos donde el ruido nos distrae, donde las noticias nos dividen, donde el sufrimiento parece estéril, ser buena tierra es un gesto profético. Es decir: aquí puede crecer algo nuevo. Aquí, en este corazón, en esta comunidad, en esta lucha, puede brotar vida.

Cada gesto de bondad, cada palabra de consuelo, cada acto de resistencia espiritual es una semilla. Y aunque muchas caigan en caminos, piedras o espinos, algunas caerán en buena tierra. Y esas darán fruto —no solo uno, sino ciento por uno.

Ser buena tierra es también ser terreno fértil para los demás. Es permitir que otros crezcan a nuestro lado. Es proteger la semilla ajena, regarla con paciencia, defenderla del viento y del desprecio.

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