En aquel
tiempo, mucha gente se había reunido alrededor de Jesús, y al ir pasando por
los pueblos otros más se le unían. Entonces les dijo esta parábola: "Salió
un sembrador a sembrar su semilla. Al ir sembrando, unos granos cayeron en el
camino, la gente los pisó y los pájaros se los comieron. Otros cayeron en
terreno pedregoso, y al brotar, se secaron por falta de humedad. Otros cayeron
entre espinos, y al crecer éstos, los ahogaron. Los demás cayeron en tierra
buena, crecieron y produjeron el ciento por uno". Dicho esto, exclamó:
"El que tenga oídos para oír, que oiga". Entonces le preguntaron los
discípulos: "¿Qué significa esta parábola?" Y él les respondió:
"A ustedes se les ha concedido conocer claramente los secretos del Reino
de Dios; en cambio, a los demás sólo les hablo en parábolas para que viendo no
vean y oyendo no entiendan. La parábola significa esto: la semilla es la
Palabra de Dios. Lo que cayó en el camino representa a los que escuchan la
palabra, pero luego viene el diablo y se la lleva de sus corazones, para que no
crean ni se salven. Lo que cayó en terreno pedregoso representa a los que, al
escuchar la palabra la reciben con alegría, pero no tienen raíz; son los que
por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó
entre espinos representa a los que escuchan la palabra, pero con los afanes,
riquezas y placeres de la vida se van ahogando y no dan fruto. Lo que cayó en
tierra buena representa a los que escuchan la palabra, la conservan en un
corazón bueno y bien dispuesto, y dan fruto por su constancia".
Reflexión
Esta parábola
no solo nos invita a examinar nuestro corazón, sino también a sembrar con
esperanza. En un mundo marcado por desigualdad, dolor y distracción, ser buena
tierra es un acto de resistencia. Perseverar en el amor, en la verdad, en la
justicia, es dar fruto para la vida eterna.
En tiempos
donde el ruido nos distrae, donde las noticias nos dividen, donde el
sufrimiento parece estéril, ser buena tierra es un gesto profético. Es decir:
aquí puede crecer algo nuevo. Aquí, en este corazón, en esta comunidad, en esta
lucha, puede brotar vida.
Cada gesto de
bondad, cada palabra de consuelo, cada acto de resistencia espiritual es una
semilla. Y aunque muchas caigan en caminos, piedras o espinos, algunas caerán
en buena tierra. Y esas darán fruto —no solo uno, sino ciento por uno.
Ser buena
tierra es también ser terreno fértil para los demás. Es permitir que otros
crezcan a nuestro lado. Es proteger la semilla ajena, regarla con paciencia,
defenderla del viento y del desprecio.
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