En aquel tiempo, se hallaba Jesús con sus discípulos en Galilea y les
dijo: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo
van a matar, pero al tercer día va a resucitar". Al oír esto, los
discípulos se llenaron de tristeza.
Cuando llegaron a Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los recaudadores del
impuesto para el templo y le dijeron: ¿Acaso tu maestro no paga el
impuesto?" Él les respondió: "Sí lo paga".
Al entrar Pedro en la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: "¿Qué
te parece, Simón? ¿A quiénes les cobran impuestos los reyes de la tierra, a los
hijos o a los extraños?" Pedro le respondió: "A los extraños".
Entonces Jesús le dijo: "Por tanto, los hijos están exentos. Pero para no
darles motivo de escándalo, ve al lago y echa el anzuelo, saca el primer pez
que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y paga por mí y por
ti".
Reflexión
El Evangelio de hoy habla de dos asuntos bien diferentes el uno del
otro: El segundo anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús y la
conversación de Jesús con Pedro sobre el pago de los impuestos… Pero parece que
los apóstoles han comprendido qué el camino de Jesús no está exento de
dificultades, que su proyecto trae consigo el dolor, la muerte, pero también la
esperanza de una nueva vida. Por otro lado, respecto del segundo asunto podemos
decir que hay que evitar escándalos innecesarios.
Ahora bien, hay algo que conecta a ambos asuntos: El Señor se
manifiesta como Hijo de Dios… que deberá morir para resucitar, conforme a lo
que se va disponiendo en un escenario de injustica y legalidad. Jesús, al hacer
cosas a las que, por su calidad de ser el Hijo de Dios, no estaba obligado, nos
enseña a ayudar, o colaborar al bien común. Nos enseña a saber cumplir, como
cristianos, con los deberes sociales y políticos. No hace uso de algún
privilegio y cumple con su deber…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario