En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Yo me voy y ustedes me
buscarán, pero morirán en su pecado. A donde yo voy, ustedes no pueden venir».
Dijeron entonces los judíos: «¿Estará pensando en suicidarse y por eso nos
dice: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'?» Pero Jesús añadió: «Ustedes
son de aquí abajo y yo soy de allá arriba; ustedes son de este mundo, yo no soy
de este mundo. Se lo acabo de decir: morirán en sus pecados, porque si no creen
que Yo Soy, morirán en sus pecados».
Los judíos le preguntaron: «Entonces ¿quién eres tú?» Jesús les
respondió: «Precisamente eso que les estoy diciendo. Mucho es lo que tengo que
decir de ustedes y mucho que condenar. El que me ha enviado es veraz y lo que
yo le he oído decir a él es lo que digo al mundo». Ellos no comprendieron que
hablaba del Padre.
Jesús prosiguió: «Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces
conocerán que Yo Soy y que no hago nada por mi cuenta; lo que el Padre me
enseñó, eso digo. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque
yo hago siempre lo que a él le agrada». Después de decir estas palabras, muchos
creyeron en él.
Reflexión
De la misma manera que para los judíos -y en general para los
contemporáneos de Jesús- les resultaba difícil el creer que el
"hombre" que se presentaba ante ellos era el mismo YHVH, es decir
"Yo Soy", así para muchos resulta imposible que el pedacito de pan
que está sobre el altar después de la consagración sea ese mismo Jesucristo, verdadero
Dios y hombre.
Quizás esa sea la causa de que, así como Cristo fue despreciado en su
humanidad, hoy no se valore e incluso sea despreciada la Sagrada Comunión por
muchos "cristianos". Llama la atención la poca devoción con la que
algunos cristianos se acercan a recibir a Jesús Eucaristía. ¿Será que piensan
que no es posible que ese sea el mismo que ahora reina por los siglos de los
siglos?
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