
EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA
«Como el Padre, que es Dios, me ha enviado a mí que soy Dios, así
también yo, que soy hombre, os envío a vosotros, que sois hombres. El Padre
envió al Hijo y determinó que se encarnara para la redención del género humano.
Quiso ciertamente que viniera al mundo a padecer, y sin embargo amó al Hijo a
quien mandó a la pasión. Asimismo, a los apóstoles, que él eligió, el Señor los
envió al mundo no a gozar, sino -como él mismo fue enviado- a padecen Así como
el Hijo es amado por el Padre y no obstante es enviado a padecer, de igual modo
los discípulos son amados por el Señor y, sin embargo, son enviados al mundo a
padecer. Por eso dice: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo;
esto es, cuando yo os envío al torbellino de las persecuciones, los estoy
amando con el mismo amor con que el Padre me ama, quien, no obstante, me hizo
venir a soportar los tormentos. La palabra "enviar" puede entenderse
también de su naturaleza divina. En efecto, se dice que el Hijo es enviado por
el Padre, en cuanto que es engendrado por el Padre. En el mismo orden de cosas,
el mismo Hijo nos habla de enviarnos el Espíritu Santo que, siendo igual al
Padre y al Hijo, sin embargo, no se encarnó. Dice en efecto: Cuando venga el
Paráclito, que os enviaré desde el Padre. Si, pues, debiéramos interpretar la
palabra "enviar" únicamente en el sentido de "encarnarse",
en modo alguno podría decirse del Espíritu Santo que sería "enviado",
ya que nunca se encarnó. Su misión se identifica con la procesión, por la que
procede del Padre y del Hijo. Por tanto, así como se dice del Espíritu que será
enviado porque procede, así también se dice correctamente del Hijo que es
enviado, en el sentido de que es engendrado» (San Gregorio Magno [c. 540-6041.
640 Sucesor de san Pedro. Homilía 26 sobre los Evangelios 1-2).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario