Evangelio del 6 de enero 2025
Evangelio del 6 de enero 2025
Mateo 4, 12-17. 23-25
Al enterarse Jesús de que Juan
había sido arrestado, se retiró a Galilea, y dejando el pueblo de Nazaret, se
fue a vivir al pueblo de Cafarnaúm, junto al lago, en territorio de Zabulón y
Neftalí, para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:
Tierra de Zabulón y Neftalí,
camino del mar,
al otro lado del Jordán,
Galilea de los paganos;
el pueblo que caminaba en
tinieblas
vio una gran luz.
Sobre los que vivían en tierra de
sombras
una luz resplandeció.
Desde entonces comenzó Jesús a
predicar, diciendo: "Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los
cielos". Y andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y
proclamando la buena nueva del Reino de Dios y curando a la gente de toda
enfermedad y dolencia.
Su fama se extendió por toda
Siria y le llevaban a todos los aquejados por diversas enfermedades y
dolencias, a los poseídos, epilépticos y paralíticos, y él los curaba. Los
seguían grandes muchedumbres venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y
Transjordania.
Reflexión
Aunque acabamos de celebrar la
navidad, la reflexión de la liturgia nos presenta al Jesús adulto que abandona
su vida en Nazaret para comenzar con el ministerio de la predicación de la
buena noticia del evangelio.
Jesús inicia su ministerio al
estilo de los profetas del Antiguo Testamento, así lo indican el hecho de
comenzar inmediatamente después de que Juan el Bautista es arrestado por
Herodes Antipas, así como de llevar su ministerio al que antiguamente fuera el
imperio del Norte, ahí donde habían florecido y predicado los grandes profetas.
Incluso su ministerio cumple una profecía: la Galilea de los paganos que
habitaba en la oscuridad, vio la gran luz que llevó hasta sus tierras no un
profeta, sino el mismo Hijo de Dios y su anuncio se encamina en una doble
dirección: el cambio radical de vida para estar dispuestos a recibir el reino
de Dios y la recepción de todos los enfermos que él curaba.
El cambio de vida es en orden a la fidelidad a
Dios, pero encaminado a la apertura del hermano que sufre y, del que el
enfermo, es el modelo por excelencia. El enfermo requiere ayuda, atención,
cuidado, solidaridad, justicia, perdón, apertura, comprensión y es el modo en
que los cristianos debemos comportarnos con todos, sólo así, nos hacemos aptos
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