
En aquel tiempo, mientras Jesús
hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: "¡Dichosa
la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!" Pero
Jesús le respondió: "Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de
Dios y la ponen en práctica".
Reflexión
Este es uno de los pasajes más
bellos que se refieren a María, en donde, no sólo es alabada por la gente, sino
que, incluso Jesús, la alaba aún más porque ella supo, en todo momento, hacer
la voluntad de Dios, no obstante que, en muchos casos para ella fue realmente
difícil. La vida de nuestra Santísima Madre es el modelo perfecto de lo que una
persona es capaz de hacer por Dios, y de cómo se ha de aceptar su voluntad.
Jesús, en diferentes momentos de
su predicación, resaltó la importancia de la obediencia a Dios ya que esto es
lo que garantiza nuestra comunión con él y con el Padre. Esto es hoy muy
importante, pues hemos visto con tristeza cómo la obediencia, en general, se ha
debilitado, y no somos ya capaces de renunciar a nuestra voluntad para hacer la
voluntad del otro y esto en casos, incluso, muy sencillos. Jesús pone hoy como
ejemplo a su Madre Santísima, quien renunció a una vida ordinaria en su
matrimonio para asumir el rol de Madre de Dios; renunció a todos sus
privilegios como Madre para convertirse en sierva; renunció a todo con tal de
hacer siempre la voluntad de “aquel que la había amado y había mostrado
preferencia en ella”.
Ojalá y que podamos cada uno de
nosotros responder con la misma generosidad que lo hizo María Santísima, y así
también nosotros alcanzar esta felicidad que ella vivió.
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