EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20241103

«Uno de ellos,
doctores de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro ¿cuál es el
mandamiento más grande de la Ley? Jesús le respondió: Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, etc. Respecto de Herodes y Poncio Pilato leemos que se
reconciliaron con ocasión de la muerte del Señor, lo mismo podemos observar
ahora respecto a los fariseos y saduceos. Son adversarios entre ellos, pero se
ponen de acuerdo para tentar a Jesús. Los que un poco más arriba habían sido
confundidos, cuando les pidió que le mostraran un denario, al ver derribado al
partido contrario, deberían de haber advertido, con ese ejemplo, que ya no
debían tender trampas, pero la mala voluntad y la envidia nutrían su descaro.
Uno de los doctores de la Ley lo interroga, no con deseo de saber sino para
tentarlo, para ver si aquel a quien interrogaba sabía lo que le preguntaba:
cuál es el mandamiento más grande. No le pregunta sobre los mandamientos sino
cuál es el primero y el más grande de los mandamientos. Como todos los
mandamientos de Dios son grandes, cualquiera fuera la respuesta, encontraría
pretexto para calumniarlo, afirmando que, entre todos, otro era el mayor. El
que sabe y pregunta, no por deseo de aprender sino por afán de averiguar si
sabe el que debe responder, a semejanza de los fariseos viene no como discípulo
sino como tentador» (San Jerónimo [342-4201. Evangelio de san Mateo. Libro
Tercero. Capítulo 22, 34-37).
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