jueves, 7 de agosto de 2025

Evangelio del 8 de agosto 2025 Mateo 16, 24-28



En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces dará a cada uno lo que merecen sus obras.

Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán, sin haber visto primero llegar al Hijo del hombre como rey"

 

Reflexión

Frente a esta pregunta que nos hace Jesús: ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? Podemos imaginarnos muchas situaciones, de hacer memoria, recordar, hacer pasar por el corazón cuantas veces, las seducciones de este mundo, las distintas propuestas nos invitan algo distinto de lo que dice la Palabra de Dios, pero que sin embargo después nos dejan vacío, nos dejan sin la alegría que viene de Jesús. Esa alegría que viene del encuentro con nuestro gran amigo, Señor y amigo Jesucristo.

Pidámosle en este viernes al Señor la Gracia de poder tomar conciencia, de poder discernir, de poder darnos cuenta, ¿Qué nos conviene más en este momento que nos toca vivir hoy, en este presente, que es el momento para ser santos?

¿Qué opción tenemos que tomar? No quedarnos simplemente con lo que el mundo nos ofrece, que a veces puede ser bueno, otras veces no, pero siempre todas estas opciones tienen que ser evaluadas, tiene que ser examinadas a la luz de la Palabra y a la luz también de nuestra conciencia que es el lugar donde habla Dios. 

miércoles, 6 de agosto de 2025

Evangelio del 7 de agosto 2025 Mateo 16, 13-23

 



En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?" Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas".

Luego les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".

Jesús le dijo entonces: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo". Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

A partir de entonces, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: "No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti". Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: "¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!"

 

Reflexión

 

«El Señor Jesús repite a cada uno de nosotros su pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Una pregunta clara y directa, ante la cual no es posible huir o permanecer neutrales, ni postergar la respuesta o delegarla a otro. Pero en ello no hay nada de inquisitorio, es más, ¡está llena de amor! El amor de nuestro único Maestro, que hoy nos llama a renovar la fe en Él, reconociéndolo como Hijo de Dios y Señor de nuestra vida. Y el primero en ser llamado a renovar su profesión de fe es el Sucesor de Pedro, que tiene la responsabilidad de confirmar a los hermanos».

(Homilía de S.S. Francisco, 22 de febrero de 2016).

 


Reflexión 20250810

martes, 5 de agosto de 2025

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20250810

 

La confianza

"No temas, rebañito mío, porque su Padre ha tenido a bien darles el Reino." Lucas 12:32

Jesús se dirige a sus discípulos con ternura, llamándolos “rebañito” o “pequeño rebaño”, lo que refleja cuidado y protección.

El mensaje central es confianza: no deben temer, porque Dios, como Padre amoroso, les ha concedido el Reino, es decir, la salvación, la vida eterna, y la participación en su plan divino.

Vivimos en una era marcada por crisis: pandemias, guerras, cambio climático, desigualdad. Este mensaje nos recuerda que no estamos solos, que hay un propósito más grande y una promesa de esperanza que trasciende las circunstancias.

El Reino no es solo una promesa futura, sino una realidad que comienza aquí, cuando vivimos con justicia, compasión y amor, por lo que debemos crear espacios de paz, inclusión y esperanza.

DOMINGO XIX ORDINARIO Ciclo C Domingo 10 de agosto 2025

 


 


 

ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Sal 73, 20. 19. 22. 23)

Acuérdate, Señor, de tu alianza, no olvides por más tiempo la suerte de tus pobres. Levántate, Señor, a defender tu causa, no olvides las voces de los que te buscan.

 

GLORIA

 

Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a quienes ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.

Amén.

 

ORACIÓN COLECTA

 

Dios todopoderoso y eterno, a quien, enseñados por el Espíritu Santo, invocamos con el nombre de Padre, intensifica en nuestros corazones el espíritu de hijos adoptivos tuyos, para que merezcamos entrar en posesión de la herencia que nos tienes prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

 

Castigaste a nuestros adversarios y a tus elegidos nos cubriste de gloria.]

 

Del libro de la Sabiduría 18, 6-9

 

La noche de la liberación pascual fue anunciada con anterioridad a nuestros padres, para que se confortaran al reconocer la firmeza de las promesas en que habían creído.

Tu pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y el exterminio de sus enemigos. En efecto, con aquello mismo con que castigaste a nuestros adversarios nos cubriste de gloria a tus elegidos.

Por eso, los piadosos hijos de un pueblo justo celebraron la Pascua en sus casas, y de común acuerdo se impusieron esta ley sagrada, de que todos los santos participaran por igual de los bienes y de los peligros. Y ya desde entonces cantaron los himnos de nuestros padres.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

 

SALMO RESPONSORIAL

 

Del salmo 32 R/. Dichoso el pueblo escogido por Dios.

Que los justos aclamen al Señor; es propio de los justos alabarlo. Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, dichoso el pueblo que eligió por suyo. R.

Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida. R.

En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado. R.

 

SEGUNDA LECTURA

 

Esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

 

De la carta a los hebreos 11, 1-2. 8-19

 

Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores.

Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, en tiendas de campaña, como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él. Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.

[Todos ellos murieron firmes en la fe. No alcanzaron los bienes prometidos, pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. Ellos reconocieron que eran extraños y peregrinos en la tierra. Quienes hablan así, dan a entender claramente que van en busca de una patria; pues si hubieran añorado la patria de donde habían salido, habrían estado a tiempo de volver a ella todavía. Pero ellos ansiaban una patria mejor: la del cielo. Por eso Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios, pues les tenía preparada una ciudad.

Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.]  Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

 

 

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

 

Estén preparados, porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del hombre. (Mt 24, 42. 44)

R/. Aleluya, aleluya. R/.

 

EVANGELIO

 

También ustedes estén preparados.

 

Del santo Evangelio según san Lucas 12, 32-48

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino. Vendan sus bienes y den limosnas. Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla. Porque donde

está su tesoro, ahí estará su corazón.

Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.

Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre”.

[Entonces Pedro le preguntó a Jesús: “¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?” El Señor le respondió: “Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene. Pero si este siervo piensa: ‘Mi amo tardará en llegar’ y empieza a maltratar a los criados y a las criadas, a comer, a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada, llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte que a los hombres desleales.

El servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos.

Al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

 

PROFESIÓN DE FE

 

CREDO NICENO_CONSTANTINOPOLITANO

 

Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un sólo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Amén.

 

 

 

 

 

PLEGARIA UNIVERSAL

 

Oremos a nuestro Señor Jesucristo, para que – acordándose de su promesa– escuche la oración de los que nos hemos reunido en su nombre.

A cada invocación responderemos: Escúchanos, Señor.

1.    Por la paz que desciende del cielo, por la unión de las Iglesias y por la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.

2.    Por los que trabajan por el bien de los pobres, por los que ayudan a los ancianos y por los que cuidan a niños y desvalidos, roguemos al Señor.

3.    Por los que están sometidos a una prueba, por los que están en peligro, por el retorno de los extraviados y por la libertad de los encarcelados, roguemos al Señor.

4.    Por los que están orando con nosotros, por los que han pedido nuestras oraciones y por el reposo eterno de nuestros hermanos difuntos, roguemos al Señor.

Haz, Señor, que los corazones de tus fieles se inflamen en la fe que impulsó a nuestro padre Abraham a vivir como extranjero en la tierra que le prometiste, y que sepamos estar atentos al regreso de tu Hijo, para que podamos así ser recibidos por Él en el banquete eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

 

Recibe benignamente, Señor, los dones de tu Iglesia, y, al concederle en tu misericordia que te los pueda ofrecer, haces al mismo tiempo que se conviertan en sacramento de nuestra salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

PREFACIO

 

La creación alaba al Señor

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque creaste el universo con todo cuanto contiene; determinaste el ciclo de las estaciones; pero formaste al hombre a tu imagen y semejanza y lo hiciste dueño de un mundo portentoso, para que en tu nombre dominara la creación entera y, al contemplar la grandeza de tus obras, en todo momento te alabara, por Cristo, Señor nuestro. A quien cantan los cielos y la tierra, los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar: Santo, Santo, Santo...

 

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Jn 6, 51)

 

El pan que yo les daré es mi carne para la vida del mundo, dice el Señor.

 

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

 

La comunión de tus sacramentos que hemos recibido, Señor, nos salven y nos confirmen en la luz de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20250810

 



«Si conservas en tu cuerpo el templo de Dios, si tus miembros son miembros de Cristo, lucirán tus virtudes, que nadie conseguirá apagar, a menos que las apague tu propio pecado. Resplandezca la solemnidad de nuestras fiestas con esta luz de mente pura y afectos sinceros. Brille, pues, siempre tu lámpara. Reprende Cristo incluso a los que, sirviéndose de la lámpara, no siempre la utilizan, diciendo: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. No nos gocemos eventualmente de la luz. Se goza eventualmente el que en la Iglesia escuchó la palabra y se alegra; pero en saliendo de ella se olvida de lo que oyó y no se preocupa más. Éste es el que deambula por su casa sin lámpara; y, en consecuencia, camina en tinieblas, el que se ocupa de actividades propias de las tinieblas, vestido de las vestiduras del diablo y no de Cristo. Esto sucede cada vez que no luce la lámpara de la palabra. Por tanto, no descuidemos jamás la palabra de Dios, que es para nosotros origen de toda virtud y una cierta potenciación de todas nuestras obras. Si los miembros de nuestro cuerpo no pueden actuar correctamente sin luz -pues sin luz los pies vacilan y las manos yerran-, ¿con cuánta mayor razón no habrán de referirse a la luz de la palabra los pasos de nuestra alma y las operaciones de nuestra mente? Pues existen también unas manos del alma, que tocan acertadamente, como tocó Tomás las señales de la resurrección del Señor, si nos ilumina la luz de la palabra presente. Que esta lámpara permanezca encendida en toda palabra y en toda obra. Que todos nuestros pasos, externos e internos, se muevan a la luz de esta lámpara» (San Ambrosio [c. 340-3971. Comentario al salmo 118. Sermón 14, 1 1-13).

Evangelio del 6 de agosto 2025 Lucas 9, 28-36

 



En aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén.

 

Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero, despertándose, vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: "Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías", sin saber lo que decía.

 

No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube salió una voz que decía: "Este es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo". Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo.

 

Los discípulos guardaron silencio y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.

 

Reflexión

 

La transfiguración, momento en que Cristo muestra toda su divinidad a Pedro, a Santiago y a Juan. Cómo ha de haber sido aquel momento tan especial que Pedro, nuestro amigo primario, dice: ¡Señor, qué bien se está aquí! ¡Hagamos tres tiendas! Así son esos momentos de encuentro con el Señor; no nos queremos ir, nos queremos quedar, queremos congelar ese momentito, ese ratito de adoración, ese ratito de encuentro personal con el Señor, ese momento en el que recibí a Jesús, quizá por primera vez. Y así son esos momentos en donde nos adentramos en lo más profundo para hablar con Dios, todo se calma y se transforma.

 

Pero aquí hay algo que Dios Padre nos dice en este evangelio: "Este es mi Hijo amado, ¡Escúchenlo!" Aquí está la clave para encontrar esa tranquilidad y esa paz, cuando entramos en oración con el Señor. Ahí está la clave para poder decir nosotros también: ¡Qué bien se está aquí! ¡Hagamos tres tiendas! La clave es escuchar a Cristo, es escuchar, es guardar silencio, es apagar todo ruido, es hacer a un lado toda distracción. Subir al monte, para escuchar, y encontrarme con Dios. Y así poder hacer lo que Él nos diga.