viernes, 12 de diciembre de 2025

RAÍCES DE NUESTRA FE 20251214

 


El título «Padre» en la Iglesia primitiva. El nombre «Padre» en el sentido que lo utilizamos tiene su origen en los pueblos del Oriente. Ellos honraban a sus maestros con este título, considerándolos autores de la vida intelectual que se les dio gracias a su enseñanza. En el mundo de la Biblia y de la antigüedad cristiana, la palabra «Padre» se aplicaba en un sentido espiritual a los maestros. San Pablo dice a los cristianos de Corinto: «Pues, aunque hayáis tenido diez mil pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús» (1 Co 4, 15). En la Iglesia primitiva con este nombre se designaba a los obispos los que, precisamente por el hecho de ser ministros de los Sacramentos y depositarios del patrimonio doctrinal de la Iglesia, eran considerados generadores de la vida en Cristo de la que habla san Pablo. La primera vez que vemos el título de «Padre» aplicado a un obispo en su ministerio de «maestro» lo encontramos en la «Carta de la Iglesia de Esmirna a la Iglesia de Filomelio. Martirio de Policarpo»: "Éste es el maestro de Asia, el padre de los cristianos. ..."(n. 12). A partir del siglo IV, cuando los obispos de los primeros tiempos empezaron a ser considerados testigos autorizados de la Tradición y jueces en las controversias dogmáticas, se valorizó sobre todo la autoridad doctrinal por encima de todo y el nombre de Padres fue restringido a los defensores de la fe que habían dejado testimonio escrito. Muy pronto el título se extendió a quienes no fueron obispos gracias a una obra de San Agustín en la que citó a san Jerónimo, sólo un sacerdote, como testigo de la doctrina sobre el pecado original (Contra lul., 1, 34; ll, 36). No todos los escritores de los primeros ocho siglos son considerados Padres de la Iglesia, algunos cayeron en graves errores.

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