El llamado a construir una cultura favorable a la paz y al diálogo, que
nos propone el Señor por medio del profeta (Isaías 2, 1-15), es algo más que
urgente. Son demasiados los agravios y resentimientos añejos que confrontan a
nuestra sociedad. La reconciliación auténtica no es el gesto del pacifista que
simplemente renuncia a usar la violencia, sin moverse activamente a favor de
nada. La paz verdadera no es otra cosa que el restablecimiento de las
condiciones de justicia entre los ciudadanos. La reconciliación exige ensanchar
las oportunidades para los que no las han tenido; castigar a los que delinquen
y destruyen la convivencia pacífica; todas esas son tareas propias de quien
pretenda construir la cultura de la paz con justicia. En el ámbito de nuestras
responsabilidades públicas así estaremos preparando la venida del Señor. En el
terreno de nuestra vida familiar o de nuestra relación íntima con Dios será
necesario vivir en actitud de humildad y plena confianza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario