Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Había allí, frente a él, un enfermo de hidropesía, y Jesús, dirigiéndose a los escribas y fariseos, les preguntó: "¿Está permitido curar en sábado o no? “Ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tocó con la mano al enfermo, lo curó y le dijo que se fuera. Y dirigiéndose a ellos les preguntó: "Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su burro o su buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado?" Y ellos no supieron qué contestarle.
Este gesto no solo es un acto de sanación física, sino una enseñanza
viva sobre la prioridad del amor y la misericordia. Jesús no ignora la ley,
pero la interpreta desde el corazón de Dios, que siempre busca el bien del ser
humano. La ley está al servicio de la vida, no por encima de ella.
Aquí tenemos tres claves espirituales:
• La compasión de Jesús es activa, incluso cuando sabe que será
juzgado. No espera condiciones ideales para hacer el bien.
• El silencio de los fariseos revela una religión que ha perdido el
contacto con la necesidad humana. Jesús los confronta sin agresión, pero con
claridad.
• La sanación en sábado simboliza la restauración integral del ser
humano, más allá de los límites impuestos por normas sociales o religiosas.
Reflexión
¿Qué reglas o costumbres nos impiden actuar con misericordia? ¿Qué espacios de nuestra vida necesitan ser sanados, aunque eso implique romper con lo establecido?
El pasaje bíblico es una invitación a vivir una fe encarnada, que no se
limita a rituales, sino que se expresa en gestos concretos de amor. Como Jesús,
estamos llamados a ver al otro, tocar su dolor, y actuar con valentía y
ternura.

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