En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad
para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió
a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos. Y les dijo: "No
lleven nada para el camino: ni bastón, ni morral, ni comida, ni dinero, ni dos
túnicas. Quédense en la casa donde se alojen, hasta que se vayan de aquel
sitio. Y si en algún pueblo no los reciben, salgan de ahí y sacúdanse el polvo
de los pies en señal de acusación". Ellos se pusieron en camino y fueron
de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y curando en todas partes.
Reflexión
Una vez más Cristo nos invita, como decía el Papa Francisco, a ser una
Iglesia en salida. Es decir vivir hacia afuera. Salir al encuentro del otro,
salir a cubrir las necesidades del otro, salir de nosotros mismos, salir de mi
zona de confort, salir de mi mundo y entrar al mundo de otro que me necesita.
Salir a curar enfermos, yo no soy doctor, pero puedo orar por ellos,
puedo hacer intercesión por ellos. ¿Cómo voy a expulsar un demonio? yo no tengo
las facultades, yo no soy exorcista. Hay muchos demonios que no necesitan de un
exorcismo: el demonio de la incredulidad, el demonio de la indiferencia, el
demonio del materialismo, de la superficialidad.
Y ¿cómo salir? ¿cuáles son esas actitudes con las que Cristo nos invita
a salir? Salir sin miedo, salir con decisión y confianza, salir con entusiasmo
y fuerza, salir con alegría y esperanza.
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