En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos,
alguien le dijo: "Te seguiré a donde quiera que vayas". Jesús le
respondió: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el
Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza". A otro Jesús le
dijo: "Sígueme". Pero él le respondió: "Señor, déjame ir primero
a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Deja que los muertos
entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios". Otro le dijo:
"Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia".
Jesús le contestó: "El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve
para el Reino de Dios".
Reflexión
Jesús deja claro que seguirlo implica renunciar a la seguridad
terrenal. No hay garantías de comodidad, estabilidad o reconocimiento. El
discipulado es una entrega total, sin condiciones.
El Reino de Dios exige prioridad absoluta. El Reino no puede esperar.
Jesús nos invita a poner a Dios por encima incluso de los deberes familiares o
sociales más sagrados.
El seguimiento de Cristo requiere decisión firme. No hay espacio para
la nostalgia del pasado ni para la indecisión. Mirar atrás es perder de vista
la misión.
¿Qué cosas me impiden seguir a Jesús con libertad?
¿Estoy dispuesto a renunciar a mi comodidad por el Reino?
¿Hay algo que aún me ata al pasado y me impide avanzar?
Este texto nos llama a una fe valiente, sin reservas. Jesús no busca
seguidores tibios, sino corazones decididos que lo elijan por encima de todo.
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