«Si examinamos el sentido del precepto, veremos qué podemos hacer una y
otra cosa con discreción, de modo que amemos a los que están unidos con
nosotros por los vínculos de la carne y que conocemos como prójimos, e
ignoremos y huyamos de los que encontremos como adversarios en los caminos del
Señor. Pues no escuchando al que, sabio según la carne, nos conduce al mal
venimos a amarlo, por decirlo así, con nuestro odio. El Señor, para dar a
conocer que este odio hacia los prójimos no debe nacer de la afección o de la
pasión, sino de la caridad, añadió lo que sigue: "Y hasta su propia vida!
Porque es evidente que amando debe aborrecer al prójimo el que lo aborrece como
a sí mismo, puesto que aborrecemos con razón nuestra vida cuando no
condescendemos con sus deseos carnales, cuando contrariamos sus apetitos y
resistimos a sus pasiones. Ahora, puesto que despreciada se vuelve mejor, viene
a ser amada por el odio. Manifiesta cuál debe ser este aborrecimiento de la
vida añadiendo: "El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede
ser discípulo mío! Porque la palabra cruz quiere decir tormento, nosotros
llevamos la del Señor de dos maneras: cuando mortificamos la carne por la
abstinencia, o cuando hacemos nuestras las aflicciones de nuestros prójimos por
la compasión. Pero como algunos hacen ver las mortificaciones de su carne, no
por Dios, sino por vanagloria y son compasivos, no espiritual, sino
materialmente, con razón añade: "Y viene en pos de mí! Llevar la cruz e ir
en pos de Jesucristo, es lo mismo que guardarla abstinencia de la carne y
compadecerse del prójimo con el afán de ganar la eterna bienaventuranza» (San
Gregorio Magno 640 Papa de la Iglesia [c. 540-6041. Homilía 37, in Evang, 25).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario