Evangelio del 20 de julio 2024 Mateo 12, 14-21
Evangelio del 20 de julio 2024
Mateo 12, 14-21
En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra Jesús
para acabar con él. Al saberlo, Jesús se retiró de ahí. Muchos lo siguieron y
él curó a todos los enfermos y les mandó enérgicamente que no lo publicaran,
para que se cumplieran las palabras del profeta Isaías:
Miren a mi siervo, a quien sostengo;
a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En él he puesto mi Espíritu,
para que haga brillar la justicia sobre las naciones.
No gritará ni clamará,
no hará oír su voz en las plazas,
no romperá la caña resquebrajada,
ni apagará la mecha que aún humea,
hasta que haga triunfar la justicia sobre la tierra;
y en él pondrán todas las naciones su esperanza.
Reflexión
Un don que debemos de pedir con insistencia al Espíritu
Santo, sobre todo aquellos que han hecho ya una opción clara y abierta por
Cristo, es saber discernir cuándo retirarse, cuándo callar y cuándo hablar. En
el pasaje de hoy, vemos que Jesús se retira cuando se entera de que quieren
acabar con él. No se trata de miedo o cobardía, sino del don maravilloso de la
prudencia, que nos permite dirigir nuestra vida con propiedad, sobre todo en el
servicio del Evangelio.
Muchas veces, por no tener este don, cometemos muchas
imprudencias que no permiten que el Evangelio se extienda. No siempre es el
momento para entablar una discusión seria con alguna persona sobre cuestiones
religiosas y, sobre todo, cuando se trata de la Iglesia o del Evangelio, sin
embargo ¿cuándo es el momento de entrar a una polémica que nos ponga en una
real encrucijada y cuándo saber salir por la tangente sin entrar a una
verdadera confrontación? Esto sólo el Espíritu Santo lo sabe.
Es por ello por lo que nuestra oración cotidiana nos sirve como una maravillosa antena, que nos hace percibir y captar las señales del Espíritu para saber, como dice san Pablo, qué es lo mejor, qué es lo que agrada y qué es lo que conviene en cada momento. No dejes de pedir incesantemente este maravilloso don al Señor para poder, como Jesús, actuar siempre movido por el Espíritu.
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